09 octubre 2007

El Ché pasea en mis poemas

En mi primer libro de poemas, “Antología del Asco” incluí dos sobre el Ché, titulados “Ché” y Geografía”. El primero fue más adelante traducido al inglés y al italiano. El libro se publicó en La Paz en 1979, en una edición humilde hecha en la Imprenta Sucre –de Alberto Zuazo Nathes-, con un retrato que me hizo Pedro Shimose y un comentario de Jaime Nisttahuz en la contraportada. En la portada del libro aparece un cuadro de Edgar Arandia (de su serie “Zoociedad”) sobre el fondo de un memorando fechado el 19 de julio de 1971 que recibí del “Departamento de Estadística” del Ministerio del Interior, urgiéndome a presentarme en sus oficinas. El memorando estaba firmado por el “Jefe del SIE” con el sello del Servicio de Inteligencia del Estado. Claro que no me presenté.

A los diez años de la muerte del Ché, cuando me encontraba estudiando cine en París, recibí una invitación de La Habana, de Casa de las Américas, para grabar con mi voz uno de los poemas que estaba en “Antología del Asco”. Casa de las Américas estaba produciendo un disco “long play” (de esos que hoy parecen antigüedades, comparados con los CDs), con las voces de poetas de toda la región. Era un privilegio para mí ser el único boliviano seleccionado, sobre todo considerando que tenía a mi lado, en el disco, las voces de poetas mayores como Mario Benedetti (Uruguay), René Depestre (Haití), Julio Cortázar (Argentina), Gonzalo Rojas (Chile), Jaime Labastida (Mexico), Otto Raúl González (Guatemala), Thiago de Mello (Brasil), Eliseo Diego (Cuba), y una decena más. Comparado con todos ellos, yo era un aprendiz de brujo, nada más.

Para enviar una cinta de buena calidad grabé el poema en las instalaciones del instituto de cine donde estudiaba, pero cuando recibí el disco meses más tarde me di una sorpresa al escuchar mi voz aguda y aflautada… La diferencia entre los 50 ciclos utilizados en Europa y los 60 ciclos de la electricidad de Cuba, hicieron que la grabación cambiara su velocidad y mi voz. Pero aparte de esa voz en la que no me reconozco, fue una experiencia inolvidable participar en el disco de homenaje al Ché, hermosa edición de color rojo intenso, que se abría para leer los poemas a medida que uno los escuchaba.