26 junio 2009

Flaviadas

Después de muchos años volví a las Flaviadas, a ese espacio de magia que hay en la ciudad de La Paz, por virtud del cual cada sábado de toda la vida, exactamente entre 18:30 y 20:30 horas, un grupo de 12 a 15 personas, en absoluto y respetuoso silencio cómplice, se reúne para escuchar una selección de música clásica. La puerta de la casa de Don Flavio Machicado, en el número 2448 de la Avenida Ecuador, se abre de par en par para quien quiera participar en ese acto de comunión musical. Enfilar el estrecho sendero que sube de la calle hasta la casa (y Fundación) que hoy mantiene Eduardo Machicado Saravia, uno de los hijos de Don Flavio, es el comienzo de una experiencia que se renueva cada fin de semana.

Don Flavio Machicado (1898-1986) era uno de los personajes más característicos de la cultura paceña. Lo recuerdo caminando por la ciudad con su bastón y su corbata pajarito, con traje y chaleco, siempre impecablemente vestido. Comenzó las “Flaviadas” el año 1916, con la misma motivación que mantuvo hasta el final de sus días, y que ha continuado ahora gracias al empeño memorioso de Eduardo. Desde 1938, las Flaviadas transcurren en la casa cercana al parque del Montículo. El rito semanal reúne a personas que a veces no se conocen entre si, van llegando al filo del anochecer y se instalan en la penumbra del segundo piso, sin decir una palabra, cierran los ojos y se entregan a la música. Bocherini, Mozart, Haydn, Albeniz, Wagner… fueron parte de la selección el día que estuve, el último sábado de mayo. No nos dieron chocolate caliente y galletas, como antes, pero la música y la compañía fueron suficientes.

Flavio Machicado Viscarra no era solamente un melómano, sino un melómano generoso: quería compartir con los demás su disfrute de la música clásica. Cualquiera puede tener en su casa los discos y escucharlos, pero nada se compara a la experiencia de compartir colectivamente extractos de la música más bella que haya producido el ser humano en la cultura occidental. A lo largo de su vida acumuló cerca de 5000 discos de vinilo, y en sus últimos años incrementó la colección con 2000 grabaciones en disco compacto.

Personajes de la cultura boliviana, y algunos internacionales, enfilaron sus pasos por el callejón que lleva a la sala de las Flaviadas. Eduardo conserva un gran álbum de recortes, cartas (una de Pau Casals) y fotos que da cuenta de la importancia de las Flaviadas como epicentro cultural de La Paz. La “crema” de la cultura urbana pasó por esa casa.

Don Flavio tenía además otras cualidades, como la de conservar cuidadosamente numerosas colecciones de revistas y periódicos, a través de las cuales se puede hoy acercarse a la historia de la época que le tocó vivir. En base a ese acervo sus hijos constituyeron en 1995 la Fundación Flavio Machicado Viscarra, que ocupa una buena parte de la casa de familia y que merecería estar en un edificio propio y abierto al público.

Si bien Don Flavio fue querido y respetado por todos quienes lo conocimos, no recibió de parte de las autoridades ni el reconocimiento ni el apoyo que se merecía. Recién en sus últimos años, ya cansado, fue declarado “hijo predilecto” de la Ciudad de La Paz, y el máximo galardón del Estado Boliviano, el Cóndor de los Andes, se le otorgó en su lecho de muerte, demasiado tarde, muy a destiempo, como suele suceder en esta sociedad tan desgastada en banalidades y cuestiones efímeras.

Lo lógico, si este fuera un país normal, es que el Estado apoyara con recursos la fundación que con tanto empeño han puesto de pie los herederos de Don Flavio, pero eso no va a suceder hasta que seamos un país educado.

Nos vemos un sábado próximo futuro en las Flaviadas.