29 enero 2011

Cantar de ciegos

Hace poco leí Ensayo sobre la ceguera, de Saramago y quedé absolutamente deprimido con las descripciones de ese mundo de oscuridad donde los sobrevivientes que no murieron de hambre deambulan temerosos por calles llenas de basura, excrementos y cadáveres en descomposición.

"Les amants" de Rene Magritte
El profundo mensaje filosófico que encierra el libro me dejó pensando en el poco valor que le damos a todo lo que tenemos, y el mal uso que hacemos de los recursos, de la electricidad, del agua, de los alimentos y por supuesto de nuestros sentidos. El desperdicio caracteriza a nuestras sociedades, la arrogancia y superficialidad en el comportamiento nos ciega, nos impide ver en qué nos hemos convertido.

En el Informe sobre ciegos de Ernesto Sábato, que leí hace muchos años en su monumental Sobre héroes y tumbas, los ciegos eran los otros, los subterráneos, los que conspiran desde la oscuridad contra la vida del narrador.  Pero en Saramago los ciegos somos todos, es más terrible. Todos somos protagonistas de la oscuridad, humanos que no merecemos ver porque no hemos sabido valorar la claridad, vivir en la luz.

Todo esto y el título que me presta el libro de cuentos de Carlos Fuentes, viene al caso porque hace un tiempo en La Paz conocí a un grupo de ciegos en el marco de la evaluación que hice de los proyectos de comunicación apoyados por la WACC en varios países de América Latina. Qué es la WACC? Una organización que dispone de pocos recursos, pero los pone allí donde pueden ser mejor utilizados: el derecho a la comunicación, para generar cambios sociales a través de la participación y el compromiso de los actores.

Alfonso Gumucio y José Luis Aguirre
En este caso, el proyecto apoyado por la WACC ha sido llevado a buen término por el SECRAD (Servicio de Capacitación en Radio y Televisión para el Desarrollo, de la Universidad Católica Boliviana San Pablo) que dirige mi amigo José Luis Aguirre, uno de los más importantes especialistas de la comunicación para el desarrollo en Bolivia, aguerrido defensor del derecho a la comunicación, un concepto que a muchos les suena subversivo.

El SECRAD desarrolló el proyecto “Formación de comunicadores con discapacidad, para la construcción de sus derechos a la comunicación”, un taller de producción de programas de radio dirigido en especial a un grupo de ciegos, que tuve oportunidad de conocer. Lo primero que llamó mi atención es que no se andan con rodeos, se autodenominan ciegos y reivindican esa palabra en lugar de otras expresiones políticamente correctas, como invidentes o personas con discapacidad visual.
Roxana Roca

El grupo, asistido por Roxana Roca y el equipo técnico del SECRAD, escogió los temas y los formatos radiofónicos (noticiario, radionovela, documental, entrevista), elaboró los guiones y grabó los programas con sus propias voces. La experiencia de capacitación abrió para cada uno de los participantes una nueva perspectiva de vida.

“Yo aspiro a ejercer la comunicación, ser comunicador social y un actor, no solamente un receptor de mensajes. El derecho a la comunicación significa ejercer las decisiones sobre la comunicación, no solamente consumiendo información.  Ser actores significa que nosotros vamos a emitir los mensajes, para mostrar en qué podemos ser útiles a la sociedad”, dice Rubén Pomacahua.

Alfonso Gumucio y Rubén Pomacahua
Rubén me sorprende por la facilidad con que maneja la computadora portátil que lo acompaña a todas partes. Ha instalado en ella programas de voz que le permiten escribir y leer con la misma solvencia que lo hace una persona que goza del sentido de la vista. Mientras teclea rápidamente una voz repite lo que acaba de escribir. Sus dedos vuelan sobre el teclado, la voz se acelera al punto que le pido que la haga más lenta, para entender mejor.  Él ya está acostumbrado a exigirle a esa voz automatizada el máximo de velocidad. 

Rubén y sus otros compañeros ciegos me piden que les envíe textos sobre el derecho a la comunicación, tema que les interesa sobremanera. ¿Textos?  “Sí, textos en Word o en PDF, nuestras computadoras pueden leerlos perfectamente” me responden.

Ruth Aguirre
Para Ruth Aguirre, el curso de capacitación en radio transformó su entorno familiar: “Además de lo que aprendí sobre comunicación, ha cambiado la manera de comunicarme con mis hijos, que es algo que yo quería lograr, para poder ayudarlos. Algunas barreras que enfrentaba en mi vida ya no me limitan”.

El proceso de aprendizaje, en todos los participantes, está unido al deseo de emplear lo aprendido para ayudar a otros. Ruth, al igual que sus otros compañeros, lo tiene muy claro: “Quisiera trabajar en radio, para poder expresar los pensamientos y sentimientos de las personas con discapacidad visual, para ayudarlos en su vida.  Me gustaría hacer sociodramas para dar algunas enseñanzas y sensibilizar a las personas que conocen poco sobre la discapacidad.”

Amílkar Castillo
Amilkar Castillo, quien perdió la vista ya adulto, me cuenta que hasta entonces trabajaba en el Hotel Sheraton de La Paz (hoy Radisson). Le pregunto si conoció a mi madre, quien también trabajó allí. Sí, claro, se acuerda de ella. Este punto de la conversación con Amílcar me trae a la memoria que a principios de los años 1960 mi madre le dedicaba parte de sus fines de semana al servicio social en el Albergue de Ciegos que entonces quedaba en la curva de Obrajes, a pocas cuadras de mi casa. Ambos recordamos también a Alberto Zubieta, a quien mi madre apreciaba mucho. Alberto me reconoció por la voz cuando, muchos años después, lo encontré en la Calle Comercio, vendiendo billetes de lotería junto a la puerta de Museo Nacional de Arte.

“Nosotros hemos perdido el sombrero, pero no la cabeza. Hemos perdido la luz, pero nuestros otros sentidos están intactos”, me dice Amilkar. Y con esa frase quiero cerrar esta nota.