04 noviembre 2012

Gran Simón


Simón Reyes en 1987

Panda en cautiverio
Al cuarto día de prisión trajeron a nuestra celda a un individuo de pantalón y saco café embadurnados de sangre, el rostro totalmente desfigurado. Presentaba dos grandes hematomas en ambas regiones oculares, la nariz rota y taponada con algodones ensangrentados en ambas fosas. Sus movimientos eran penosamente lentos. La oscuridad de la celda acentuaba su aspecto tenebroso.
En principio no lo reconocimos, luego nos dimos cuenta de que se trataba del líder sindical y político Simón reyes, a quien se daba por muerto. El grito que habíamos escuchado días antes en la caballeriza, era el suyo, mientras lo torturaban entre tres. Su aspecto ahora hizo que practicáramos inmediatamente un reconocimiento y limpieza de su cuerpo, y le diéramos la parte más cómoda del cuarto. Le friccionamos el torso y la espalda con saliva. Su espalda presentaba seis cicatrices circulares que mostraban a las claras que habían sido producidas por golpes de cañón de carabina o fusil. Su costado derecho estaba intocable, tenía varias costillas fracturadas. Logramos conseguir un saco de tocuyo y se lo pusimos como faja de inmovilización. 
Desde el día de su llegada a la celda, Simón se había ganado el mote de ‘panda’.
En mi libro La máscara del gorila incluí el testimonio anterior, como un homenaje al coraje y a la integridad de Simón Reyes, uno de los máximos dirigentes de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), dirigente del Partido Comunista, parlamentario en varias ocasiones. El relato de Ismael Saavedra se refiere a la brutal tortura de la que fue víctima Simón Reyes en julio de 1980, durante los primeros días del golpe y de la dictadura del General Luis García Meza (que hoy cumple una condena de 30 años de cárcel por sus sangrientas fechorías).

Pimentel, Gumucio Reyes, Requena y Pereira (1967)
Por supuesto que no era la primera vez que Simón estuvo preso; lo había estado muchas veces antes. Durante la dictadura del General René Barrientos, estuvo en el Panóptico de San Pedro, en La Paz, que por entonces era la principal cárcel de Bolivia. Allí estaba también mi padre, así como la dirigencia casi completa de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB): Simón Reyes, Irineo Pimentel, Corsino Pereira, Alberto Jara, Sinforoso Cabrera, Oscar salas, René Chacón, entre otros. 

También estaba detrás de las rejas Rolando Requena, lugarteniente de don Juan Lechín. En su celda en la Sección Alamos, Rolo me hacía repetir en orden cronológico los nombres de todos los presidentes de Bolivia, para ejercitar mi memoria. La suya era prodigiosa.

Simón Reyes, Alberto Jara, Alfonso Gumucio Reyes,
Oscar Salas, Irineo Pimentel, Corsino Pereira
y otros dirigentes en el Panóptico de San Pedro, junio 1967
Fue en junio de 1967 cuando apresaron a los dirigentes mineros y cuando, el 24 de ese mes, se produjo la masacre de San Juan. En el Panóptico tomé con una pequeña cámara Minox una serie de fotos de los sindicalistas y políticos presos. En una de ellas aparece el grupo de dirigentes de la FSTMB como si fuera un equipo de fútbol, solamente falta la pelota. Mi padre al medio, con una barba larga y canosa. Simón Reyes en un extremo, cuan largo era. A su lado Alberto Jara. De cuclillas Irineo, Corsino. No recuerdo todos los nombres. Es una foto armoniosa que refleja la convivencia en la cárcel. Durante ese encierro que duró varios meses, mi padre sostenía largas conversaciones con los dirigentes mineros sobre la geografía económica del país y los objetivos del desarrollo.

Ese episodio lo recodaban Simón, Alberto Jara y Víctor Carrasco, a quienes entrevisté en video el 12 de abril del 2001, para que me dieran su testimonio sobre la relación que establecieron con Alfonso Gumucio Reyes en el Panóptico de San Pedro.

También encontré en estos días una foto fechada en 1978, en ocasión de una visita de Alain Labrousse a Bolivia para realizar un documental sobre la huelga de hambre que derrotó a la dictadura de Bánzer. Si mal no recuerdo, tomamos esa y otras fotografías en el edificio de la Federación de Mineros, que dos años más tarde sería convertido en escombros durante la dictadura de García Meza, precisamente en esos mismos días en que torturaban a Simón en el Estado Mayor del Ejército, en Miraflores.

Con el gran Simón, en 1978
A lo largo de su actividad política y sindical, Simón mantuvo una conducta honesta y coherente de lucha por la democracia, sin componendas y compromisos que fueran en contra de sus principios éticos y del interés de los trabajadores mineros. Por ello, cuando era diputado, en 1979 y 1980, hubo ocasiones en las que su posición se distanció incluso de la del Partido Comunista del cual era dirigente. Recuerdo que destaqué ese hecho en uno de mis artículos en el semanario Aquí, “Maniobras en el congreso”, cuando él y Oscar Salas votaron en contra de cualquier compromiso político con el Coronel Natusch Busch, que había ocupado por la fuerza de las armas el Palacio de Gobierno el 1 de noviembre de 1979, hace exactamente 33 años, mientras otros dirigentes de su partido coqueteaban con la idea de mantener en el poder a ese golpista con apellido de estornudo.

Bueno, esos fragmentos de memoria, un poco desordenados por la emoción, para recordar ahora a Simón Reyes, fallecido en Santa Cruz este 1º  de noviembre de 2012, día de los difuntos, a los 79 años de edad.

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Los relojes de arena no sólo nos recuerdan
el rápido transcurrir del tiempo sino también
el polvo en el que alguna vez nos convertiremos.
                                          —Lichtenberg