04 diciembre 2013

Lo que es de todos

Vivimos en un pequeño planeta, compartimos espacios y recursos cada vez más escasos. Hay quienes abusan de esos recursos con criterios de rentabilidad empresarial, indiferentes a las necesidades del conjunto de la humanidad. 

Se privatiza el agua, el aire y el conocimiento a un costo muy alto para quienes apenas disponen de lo mínimo necesario para sobrevivir. Se ignoran los derechos humanos elementales en función del lucro, de la violencia, de la explotación irracional de la naturaleza, del agotamiento del planeta. 

El pequeño planeta es un bien común, es para todos. Esto que parece tan elemental y que es una verdad sin dobleces, puede causar guerras, grandes confrontaciones. Por ello es tan importante ganar una mayor conciencia acerca de nuestros derechos colectivos sobre los bienes comunes, sobre aquello que es de todos y que no tiene precio.

Elizabeth Peredo
Para hablar de estos temas desde una perspectiva comunicacional fui invitado por Elizabeth Peredo, directora de la Fundación Solón, al panel sobre “Cultura, ciencia y conocimiento” con el que finalizó la Conferencia Internacional Bienes Comunes y Nuevos Paradigmas Civilizatorios que tuvo lugar en La Paz, del 18 al 20 de noviembre en salones de la Cinemateca Boliviana.

En mi ponencia “La esfera pública de la cultura y la comunicación” me referí a que todas las sociedades han sido, siempre, sociedades de “información y conocimiento”. Lo nuevo en la sociedad actual es que la información y el conocimiento circulan en un mundo de interacciones potenciadas al infinito por el uso de nuevas tecnologías. El fenómeno de la multiplicación y aceleración de los intercambios comenzó hace mucho con la invención de la imprenta y otras tecnologías de reproducción de los bienes culturales y de la información.

La aparición de la radio, y décadas más tarde de la televisión, hizo que a los procesos de reproducción se añadiera por una parte la inmediatez en la recepción, y por otra el carácter intangible de los bienes culturales.

En las dos últimas décadas, internet ha llevado esas mismas características a lo largo y ancho del planeta: la inmediatez, la intangibilidad y un elemento enriquecido en sus posibilidades: la interacción.

Las llamadas “nuevas tecnologías” no pueden ser aludidas sin el apellido que las vincula a los flujos electrónicos de información, porque sin el apellido siempre hubo nuevas tecnologías de la información, desde el papiro y las pictografías hasta internet, pasando por el lápiz, la fotocopiadora, el télex, etc.  
 
Amaru Villanueva, Carolina Botero, Rafael Archondo, Alfonso Gumucio Dagron y Georges García 
En la década de 1970 se hablaba mucho de “nuevas tecnologías” de la información y de la comunicación, igual que ahora, y se suponía que éstas iban a permitir que los problemas del subdesarrollo fueran superados mediante la “difusión de innovaciones”, que es como se conoce esa propuesta teórica. La premisa era que una mayor y mejor distribución de información permitiría a los pobres adquirir nuevos instrumentos para salir de su situación de dependencia.

Por supuesto que la difusión de innovaciones no eliminó la pobreza, porque la tecnología no es sino un instrumento cualquiera y porque las causas de la pobreza son de carácter social, político y económico. El campesino es pobre no porque carezca de información sino porque su cultura y su conocimiento no se respeta, y porque otros acaparan las mejores tierras mientras él no tiene acceso a crédito o a fertilizantes. Los bienes comunes a los que debería tener acceso han sido erosionados en función de la acumulación y la especulación.

La esfera pública común

La pobreza es un tema de derechos humanos, no de acceso a la tecnología de información, aunque ahora entre los derechos humanos se han ido incorporando otros derechos que tienen que ver con el acceso al espacio público y la transparencia.

Uno de los bienes comunes más disputados y más dilapidados para beneficio de unos pocos es la esfera pública en la que interactúan todas las fuerzas sociales y sobre la que ejercen enormes presiones los grupos hegemónicos.

El espectro radioeléctrico es uno de los espacios fundamentales en la ocupación de la esfera pública, es uno de los bienes sociales que más ha sido víctima de la codicia del sector privado y privatizador. Han transformado el aire que es de todos, en otra mercancía en manos privadas.

Alfonso Gumucio Dagron
En la medida en que el concepto de “bien común” significa prácticas sociales y colectivas solidarias, el debate en la esfera pública sobre formas de vida armónicas con la naturaleza y justas para la población choca contra los intereses monopolizadores que se ejercen en la política, en la economía o en la cultura.

Parecería que el espectro radioeléctrico es un tema técnico que no compete a los comunes, pero en realidad es tan importante para la vida cotidiana de las comunidades, como el agua.

La asignación de frecuencias de radio y televisión ha sido y sigue siendo arbitraria en casi todos los países, favoreciendo al sector privado empresarial, facilitando el crecimiento desproporcionado de poderes mediáticos que a la vez son poderes políticos que intervienen activamente en la vida nacional de cada país, y más allá de las fronteras nacionales. Desde una perspectiva del bien común, es fundamental que los Estados, como garantes de los derechos humanos, administren lo que es de todos, promoviendo la participación en la toma de decisiones.

Se avanza en el campo de la comunicación participativa, donde el concepto del bien común está representado por el tercer sector de los medios comunitarios y por sus prácticas sociales solidarias. Con más de 60 años de historia, los medios comunitarios son la prueba de que desde los márgenes del poder hegemónico es posible generar prácticas alternativas e influenciar el debate en la esfera pública.

Esas prácticas sociales antes marginales son ahora determinantes en la vida de nuestras sociedades y han crecido hasta lograr cambios en las legislaciones nacionales y en los mecanismos internacionales. Así lo muestran las leyes de comunicación en Argentina, Ecuador, o Uruguay, que reconocen un tercio del espectro radioeléctrico para el tercer sector participativo y solidario.

La comunicación es un proceso continuo, no una suma de mensajes emitidos desde algún centro de poder que se establece por encima de los ciudadanos comunes. La comunicación como proceso es también un derecho común cuyo ejercicio permite a los ciudadanos expresarse desde sus respectivas comunidades y espacios sociales, para intervenir en la esfera pública con sus demandas culturales, sociales y políticas.

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Bajo el capitalismo, el hombre explota al hombre.
Bajo el comunismo, es justo al contrario. 
                                          —John Kenneth Galbraith