25 septiembre 2015

El cine memorioso de Pedro Chaskel

Pedro Chaskel en Sucre, agosto 2015
El cineasta chileno Pedro Chaskel ya está de vuelta, en el sentido físico y figurado. De vuelta a los encuentros, ya que luego de muchos años de habernos topado en los festivales de La Habana, volvimos a encontrarnos en Sucre, ambos como miembros del jurado del Festival Internacional de Cine de los Derechos Humanos. Y de vuelta en el sentido figurado, porque ya ha vivido su vida de manera comprometida y coherente y ahora mira las cosas de manera desapasionada, como muchos que hemos vivido las épocas duras y ahora escuchamos las cornetas del triunfalismo fácil en las épocas blandas. 

Una de las primeras películas de Pedro Chaskel como director, en 1966 con Érase una vez, un cortometraje de cinco minutos que sorprende por su actualidad.  La idea es sencilla: la historieta, en una página, dibujada por Vittorio di Girolamo animada mediante hábiles movimientos de cámara y una banda sonora eficiente.

La historia, llena de simbolismo, es casi cruel: un poeta forma el “Partido de la Primavera”, con flores como banderas, para marcar su convivencia con quienes lo rodean. Ese partido pronto cae en manos de otros dirigentes que forman el “Ejército de la Primavera” que comienza a eliminar a los opositores e incluso fusila al poeta fundador. En el fondo de la banda sonora se escucha la voz de Nelson Villagra imitando un furibundo discurso de Hitler. En pocos minutos tenemos la evolución de un movimiento democrático a un régimen autoritario y de corte fascista. ¿Suena conocido?

Con la sencillez que lo caracteriza, Pedro minimiza Érase una vez como una obra primeriza, un simple experimento realizado con muy pocos medios, en el marco del Cine Experimental de la Universidad de Chile. “No había una intención ideológica, pero de alguna manera es una llamada de atención sobre ciertos procesos políticos”. Para Chaskel fue un ejercicio cinematográfico que le permitió dominar la técnica del montaje.

Ya antes de este corto animado, Chaskel había realizado otros cortos documentales, ya sea como camarógrafo, montajista (ahora se dice editor) o director, entre ellos Aquí vivieron (1964) una colaboración con el antropólogo suizo Jean Christian Spahni, a quien conocí cuando pasó por Bolivia unos años más tarde. Spahni realizaba excavaciones en la desembocadura del río Loa, que le permitieron descubrir importantes restos de la cultura Chango. Chaskel y Héctor Ríos documentaron ese proceso con un comentario poético de Ernesto Fontecilla, que lleva las imágenes documentales a otro nivel de creación artística. “Me fascinó el paisaje misterioso y lunar del lugar.  Había que llegar en bote, se tardaba un par de horas en acceder. Ahora pasa por allí una carretera”.

Pedro Chaskel con el cineasta Joris Ivens
Pero de esa década inicial, su película preferida es Testimonio (1969), donde retrata las condiciones infrahumanas del Hospital Siquiátrico de Iquique: “Me pasó algo muy raro, yo no le había dado mucha importancia, pero después del golpe contra Allende algunos colegas me decían buenas cosas sobre el film, de modo que empecé a mirarlo con otros ojos y a valorar sus cualidades. Creo que es una película redonda, que tiene una intención en cada toma, en cada movimiento de cámara. Filmamos en una mañana y la edición la hice en un día”.

Poco antes del golpe militar de Pinochet codirigió con Héctor Ríos Venceremos (1970), sobre la situación social y política en Chile durante el proceso de llegada al poder de la Unidad Popular. La película obtuvo un premio en el Festival Internacional de Leipzig, pero a varias décadas de distancia Chaskel considera con humildad que ese no fue un premio destinado a su película, sino al cine chileno en su conjunto, un premio político. En este documental destaca una forma de mirar la realidad que es característica en el cine de Chaskel: la cámara se toma el tiempo necesario para observar. Las imágenes, sin comentario, son similares a las que unos años antes había registrado Jorge Sanjinés en su primera película boliviana, Revolución (1964). En ambos films se contraponen imágenes de la pobreza y la injusticia social, con documentos sobre la represión y finalmente el triunfo de la izquierda.

Pedro Chaskel y Alfonso Gumucio, en Sucre 2015
Otras obras como Aborto (1965) y No es hora de llorar (1971) sobre la víctimas de la dictadura brasileña, confirman su interés por el cine documental, sin embargo en su carrera destacan las colaboraciones que hizo como editor con grandes directores del cine chileno en películas emblemáticas realizadas antes y después del golpe militar de Pinochet, que lo llevó al exilio en Cuba durante diez años.

La primera de sus colaboraciones fue con Miguel Littin en El chacal de Nahueltoro (1969), película fundacional en el cine chileno, que muchos siguen considerando la mejor obra de Littin. Trabajó con Helvio Soto en Érase un niño, un guerrillero y un caballo (1967) y editó las tres partes de La batalla de Chile (1974-1977) de Patricio Guzmán, monumental registro documental del periodo de Allende.

También colaboró con Jorge Sanjinés en Para recibir el canto de los pájaros (1995): “A Jorge se le metió en la cabeza (yo no tenía la culpa) que las secuencias en las que aparecían los conquistadores españoles debían ser editadas por otra mano. No sé si realmente se nota la diferencia, pero para mi fue una oportunidad de trabajar con él durante un par de semanas”.  

La famosa foto del Ché, de Alberto Korda
En Cuba realizó varias películas, con todo el apoyo de la industria de cine cubana. La más conocida es Una foto recorre el mundo (1981), donde indaga a través de una entrevista con Korda, cómo el fotógrafo cubano realizó la emblemática foto del Ché que ha sido reproducida cientos de miles de veces en diferentes formatos. “El problema con la entrevista con Korda es que él ya había contado el cuento cien veces, y yo quería algo diferente.  Entonces se me ocurrió decirle a Alberto que empezara a contar ese día desde el momento en que se levantó.  Y empezó a contar, de manera que cuando llegó a ese episodio ya estaba totalmente metido en sus recuerdos,  y por ello creo que es una de las entrevistas buenas que he hecho”, recuerda Chaskel.

Hizo otras dos películas sobre el Ché en Cuba, Constructor cada día, compañero (1982) y Ché, hoy y siempre (1983); aclara que él nunca fue partidario del culto a la personalidad, pero que le interesaba explorar el símbolo.

Pedro Chaskel es un cineasta emblemático del cine chileno, es importante recordar su contribución al cine latinoamericano.
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Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea
como un ojo en el corazón de un poeta. —Orson Welles