26 noviembre 2015

Comunicadores solidarios

"De Bucaramanga a San Gil hay solamente dos curvas, una a la izquierda y otra a la derecha, pero se repiten 975 veces", me dice Rafael el conductor, mientras recorremos los 92 kilómetros de distancia entre ambas ciudades, a veces colgados sobre las vistas espectaculares del Cañón de Chicamocha.

He recorrido bastante Colombia, pero no conocía San Gil, en el departamento de Santander. Ahora tuve la oportunidad de estar allí con motivo del I Encuentro Nacional de Comunicadores Solidarios, al que me invitaron para ofrecer una conferencia y participar en un conversatorio sobre los caminos posibles de la comunicación en el mundo de las organizaciones solidarias.

Los colombianos ponen títulos muy buenos a sus eventos, para significar el valor que tiene reunirse a debatir y concertar.  Esta vez, la frase emblemática era “Dejando huella y pacificando territorios”, que denota el anhelo colectivo de este país por aterrizar el proceso de paz en las regiones, y apropiarse de él pese a quien pese. 

En el I Encuentro Nacional de Comunicadores Solidarios encontré una mezcla interesante de asociaciones de cooperativas (como la Confederación de Cooperativas de Colombia, la Universidad Cooperativa de Colombia, la Asociación Colombiana de Cooperativas, la Banca de Oportunidades, Fundación Coomuldesa, Banco Coopcentral, Fusoan, BanCoomeva, Felcolfin, etc), de redes de comunicación comunitaria (como Suma 4C, la Red Cooperativa de Emisoras Comunitarias de Santander, la Red Cundinamarquesa de Radios Comunitarias, la Corporación Colombia Solidaria, El Radar Informativo y La Cometa, la emisora comunitaria de San Gil), y de organizaciones del Estado (como la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias, la Oficina delAlto Comisionado para la Paz, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Tecnología de la Información y la Comunicación, Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario, y la Unidad para la Atención y Reparación Integral alas Víctimas). 

Todo un mundo solidario. Más allá de lo que la cúpula del gobierno negocie en La Habana, todas estas organizaciones solidarias están apostando a transformaciones en la vida cotidiana de la población.  

En todas esas instituciones hay gente íntegra y comprometida con la paz y el cambio social, gente con la que uno puede establecer inmediatamente lazos solidarios porque compartimos el lenguaje y a grandes rasgos los objetivos de vida. Me llevo la amistad de Miguel Fajardo, Fernando Tibaduiza, Ivonne Pico, Esperanza Puentes, Fernando Bragado, Andrés Cifuentes, Jesús Hernán Zambrano, entre otros.

Fue muy estimulante escuchar los intercambios entre representantes llegados de todas las regiones del país, algunas de las que me ha tocado visitar en anteriores oportunidades para conocer los procesos de desarrollo y paz que llevan adelante con entusiasmo y a veces arriesgando sus vidas. He estado en el Magdalena Medio, en El Carmen de Bolívar, en el Oriente Antioqueño, en el Cauca y otras zonas de conflicto que no han cesado en su empeño por construir y recobrar una vida digna.

Los objetivos del encuentro que tuvo lugar en el Hotel Mundo Guarigua en San Gil (un bello lugar rodeado de ríos y montes, conocido entre otras cosas por las "hormigas culonas", que se comen luego de tostarlas), eran debatir y reflexionar sobre el contexto que algunos llaman de “pos conflicto” (aunque otros consideran que el conflicto no termina con la firma de los acuerdos de paz), reconocer el potencial para la paz de las organizaciones solidarias, y por otra parte avanzar en la construcción de una estrategia nacional de comunicación y de información concertada entre las empresas de la economía del sector solidario y las redes de medios comunitarios.

Mucho aprendí en estos días sobre la naturaleza de las cooperativas, aquellas que se crean y crecen con base en valores de solidaridad, colaboración, horizontalidad, democracia, generosidad, ayuda mutua, participación y conciencia de la realidad social del país. En Bolivia las únicas cooperativas que suenan son las de la minería, y suenan por los cachorros de dinamita y los disparos con que a veces se enfrentan en persecución de objetivos puramente económicos.

Todas las exposiciones y relatos de experiencias me parecieron interesantes, en mesas sobre temas tan diversos como “la comunicación solidaria y los entes del Estado”, “los gremios solidarios y la comunicación”, “la universidad y la comunicación solidaria”, “la comunicación para el desarrollo”, “la comunicación solidaria y la paz en Colombia”, “la herramienta económica y la paz”, entre otros. Aunque este es el primer encuentro nacional, ya se han hecho seis encuentros anteriormente en el departamento de Santander para tratar el tema de la comunicación en las organizaciones solidarias.

Cada presentación era un modelo de construcción colectiva de tejido social, por ejemplo las experiencias del Oriente Antioqueño, golpeado por la violencia, donde las cooperativas 
juegan un papel importante por la paz apoyando a los sectores organizados de la sociedad y reconstruyendo el tejido social, al extremo de que van detrás de los agremiados que han sido desplazados por la guerra a otras regiones. Granada fue uno de los municipios más golpeados y el que más rápido se reconstruyó gracias al trabajo de las cooperativas.

Mi presentación, la única de carácter individual en el evento, hizo hincapié en “comunicar para transformar”. En esencia hablé de la oportunidad que significa partir de organizaciones solidarias para construir procesos de comunicación con base en esos mismos valores, y subrayé la necesidad de diferenciar el trabajo de información y posicionamiento institucional que todas esas organizaciones cooperativas realizan, con una propuesta de comunicación participativa que implica no solamente generar productos interesantes (folletos, videos, programas de radio), sino procesos en los que los agremiados se apropien del proyecto de paz y de cambio social.

Insistí en “perder el objeto y recuperar el proceso”, como dijo Jesús Martín Barbero, que también significa recuperar al sujeto de los procesos de participación y olvidarse de los productos, de la productivitis de materiales impresos y audiovisuales que todas las organizaciones difunden sin tener primero una política y una estrategia clara de comunicación. Más interesantes son los relatos de los procesos, las historias de vida de las personas que se han transformado en el trabajo de comunicación y de creación colectiva de conocimiento.

Miguel Fajardo
En la época más dura de la violencia en Colombia, solo la iglesia y la cooperativa permanecían abiertas. En muchas poblaciones la cooperativa era más importante que la alcaldía. Ahora son factores centrales en la construcción de la paz desde los territorios. Fue a partir de la constitución de 1991 que se fortaleció la capacidad descentralizada de las comunidades para buscar sus caminos de desarrollo y paz.

La actitud del Estado es abierta y constructiva. César Vanegas, de la Unidad Administrativa Especial de Organizaciones Solidarias, decía que a él y a su equipo le había hecho mucho bien “salir de la burbuja de Bogotá para ver todo lo que se está haciendo en las regiones”.

Al cierre del evento Miguel Fajardo recordó: “Nos vamos con el desafío de construir procesos comunicativos que tengan dos elementos: horizontalidad y participación”. Y subrayó la “necesidad de hacer una alianza entre la economía solidaria y la comunicación participativa”.
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El cerebro no es un vaso por llenar,
sino una lámpara por encender.
—Plutarco