03 noviembre 2017

A toda máquina

[Texto leído durante la presentación del libro Del papel carbónico a la  computadora (2014) de Julieta Vidza Tovar Ibieta, el 11 de octubre 2017 en la Cátedra Luis Ramiro Beltrán de la Universidad Católica Boliviana].

Juan Carlos Salazar, Julieta Tovar, José Luis Aguirre y Alfonso Gumucio
Una agencia de noticias puede parecer algo sofisticado incluso para aquellos pocos estudiantes de periodismo que escuchan radio o leen periódicos pero no saben que una buena parte de las noticias ha sido generada por agencias especializadas.

Las nuevas generaciones están demasiado atareadas con la inmortalidad brevísima del WhatsApp. Probablemente los autistas colectivos que pretenden ser periodistas o presentadores en los medios, nunca han leído el Informe MacBride (1980) de la Unesco, que establece un dato estremecedor: cerca del 90% de los flujos de información que circulaba entonces en el mundo se generaba en dos grandes agencias de noticias, la Associated Press (AP) y la United Press Internacional (UPI), hoy desaparecida.

Esa enorme influencia de las agencias generaba un desequilibrio grotesco entre la información centrada en los temas de los países del norte y la enorme periferia de los países llamados del Tercer Mundo, ausentes de las noticias salvo cuando era inevitable llenar los titulares con algo malo que pasaba en India o en Nigeria.

Las razones no eran técnicas sino políticas: el control de la información mundial permitió a Estados Unidos imponer su agenda militar y económica: Vietnam, Palestina, la OTAN o los tratados de libre comercio influenciaron a una opinión pública inerme que no tenía otra forma de contrastar esa información.  

Frente a esa hegemonía que distorsionaba el imaginario colectivo, el informe MacBride, cuya vigencia hoy es sorprendente, sugería que los países del sur debían afirmar su independencia política, económica y cultural diseñando políticas nacionales de comunicación y fortaleciendo sus propias agencias de noticias y sus medios de información. Así nació en Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) por el que Unesco pagó un precio muy alto: Estados Unidos e Inglaterra abandonaron la organización intergubernamental y dejaron de contribuir a ella con sus cuotas, que eran significativas.

Con el apoyo de la Unesco se fundaron agencias de noticias regionales y nacionales. Entre las regionales estaba ALASEI, la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información, que tenía su sede en México y con la que contribuí algunas veces como colaborador a principios de la década de 1980. Había agencias similares en África y Asia que funcionaron durante algunos años hasta que la realidad demostró que no eran autosustentables.

Precursoras en ese contexto, anteriores al informe MacBride destacan Télam (Argentina, 1945), Prensa Latina creada por la Revolución Cubana triunfante en 1959 e Inter Press Service (IPS) creada el año 1964 en Italia por Roberto Savio como una cooperativa internacional de periodistas.

Es indispensable referirse a ese contexto mundial porque el 5 de agosto de 1963 nació la Agencia de Noticias Fides (ANF), pionera en Bolivia y en la región latinoamericana. De ella trata el libro Del papel carbónico a la  computadora (2014) resultado de una investigación realizada por Julieta Vidza Tovar Ibieta. Los datos que ofrece son fascinantes por su grado de precisión, además de incluir en su segunda parte una apretada biografía del creador de ANF, con profusión de fotos.

ANF nació gracias al jesuita José Gramunt de Moragas S.J. a quien mi padre, su amigo, solía llamar cariñosamente el “Tata” Gramunt. Fue su iniciativa y su esfuerzo a lo largo de más de cinco décadas los que permitieron contra viento y marea establecer la primera y más antigua agencia de noticias boliviana, podríamos decir la única, ya que intentos posteriores no lograron trascender o se apoyan hoy en el reciclaje de información que aparece en internet.

Regis Debray y Juan Carlos Salazar
Los corresponsales de ANF estuvieron presentes durante la Guerrilla del Ché –como ha dado testimonio Juan Carlos “Gato” Salazar, entonces un jovencísimo aprendiz de brujo- la guerrilla de Teoponte y los numerosos golpes militares. ANF fue una escuela de periodistas, por su establo han pasado briosos colegas que luego destacaron en los medios impresos, como Ana María Romero, José Luis Alcázar, Juan Carlos Salazar, Harold Olmos, Enrique Eduardo, Iván Canelas, entre otros.

La agencia comenzó con cuatro clientes, por lo tanto las notas se mecanografiaban con papel carbónico en cuatro ejemplares distribuidos manualmente. En esa época no había siquiera fotocopiadoras, algo que los jóvenes de hoy –mimados por la tecnología- no alcanzan a entender.

José Gramunt
El mercado de ANF se expandió a lo largo de los años siguientes a pesar de las dictaduras militares que obligaron a dar pasos tácticos hacia atrás para preservar la vida de la agencia, cuyo crecimiento fue acompañado por la adquisición de nuevas tecnologías a medida que estas iban apareciendo. Durante la dictadura de Banzer, en 1972, nació la carta informativa semanal que se reproducía en esténcil, otra gran innovación de la época. Vendrían otras “cartas confidenciales” en esos años, como IPE de Gonzalo López Muñoz o SIC de Jaime Otero Calderón (que le costó la vida), entre otras que se distribuían por suscripción. Con el tiempo los servicios de ANF se fueron multiplicando según la importancia de los temas sectoriales (economía o política), incorporando paulatinamente a colaboradores de peso en la opinión pública.

La llegada del teletipo con cinta perforada es uno de los capítulos que producen añoranza a quienes todavía hemos tenido la oportunidad de trabajar con esa tecnología que nos parecía en su momento lo más moderno y eficiente para transmitir noticias.

Julieta Tovar
De todo esto y más habla el libro de Julieta Tovar, con extremo detalle sobre las personas, los momentos históricos, las tecnologías sucesivas y fotografías de archivo que ilustran la trayectoria de la agencia. Quizás ese celo por el detalle sea él mayor mérito pero también el talón de Aquiles del libro, cuyo afán de precisión hace que la voz de la autora se desdibuje en detrimento de un texto más vibrante, matizado de anécdotas y relatos de vida testimoniales. Por ello no estoy de acuerdo con su afirmación de que la historia de un medio no es para contarla sino para vivirla, pues creo que debemos contar con creatividad aquello que se ha vivido, para transmitir mejor la vivencia de lo que fue.   

Una agencia de noticias solamente existe en la medida en que se prolonga en los medios de información: prensa, radio o televisión. Por si sola sería palabras al viento que habría que capturar como mariposas.

Antes de que la agencia de noticias ponga en circulación una noticia, hay por detrás un tinglado que la gente desconoce: reporteros, redactores, periodistas y fotógrafos que van a las fuentes, que investigan, que buscan “pepas” noticiosas, que hacen entrevistas o redactan artículos de opinión. Pocos medios de información tienen por sí mismos la capacidad de movilizar tantos recursos, por eso se apoyan en las agencias de noticias que llenan sus páginas o sus horarios. Sin las agencias de noticias, muchas páginas quedarían en blanco.

Para seguir las huellas de una agencia de noticias no queda más que ir a los diarios, los únicos que conservan la memoria de lo que generaron las agencias, ya que una noticia que no fue publicada sencillamente no existió. Ese trabajo ha realizado con extremo celo la autora de Del papel carbónico a la computadora.
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El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse.
Ryszard Kapuściński