04 enero 2018

Plebiscito

Las urnas son implacables y cuando se cuenta con una institución electoral que trata de mantener su independencia, el voto ciudadano puede castigar a regímenes autocráticos como el de Bolivia. Así sucedió en las Elecciones Judiciales del 3 de diciembre, donde los votos nulos y blancos sumaron cerca del 70% y con el 30% restante se eligieron a los magistrados. El Tribunal Supremo Electoral no publicó el cómputo de los porcentajes totales nacionales de votos nulos, blancos y válidos, de manera que estos datos se basan en cálculos que hicieron los diarios.

Este artículo se publicó inicialmente en mi columna sabatina de Página Siete, el sábado 2 de diciembre, un día antes del acto electoral.  Lo he actualizado ligeramente después de conocer nuevos detalles. La tesis central es que las elecciones judiciales carecían desde un inicio de legitimidad y la ciudadanía se volcó a las urnas para manifestar su rechazo al gobierno mediante el voto nulo, aún a sabiendas que ese voto no era vinculante.

Magistrados tramposos
En el periodo anterior al acto electoral muchos candidatos hicieron propaganda por su candidaturas, aunque estaba estrictamente prohibido hacerlo por el reglamento. En el resultado final, más de la mitad de los magistrados electos había hecho propaganda, pero los Tribunales Electorales Departamentales (TED) no los sancionaron ni los inhabilitaron, y el TSE no podía intervenir sin que la primera instancia, los TED, actuaran.

¿Qué se puede esperar de magistrados que hicieron trampa para ser elegidos?

Con o sin nuestro voto, se eligieron las nuevas autoridades del sistema de justicia de Bolivia: 9 magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia, 5 magistrados para el Tribunal Agroambiental, 3 para el Consejo de la magistratura, y 9 titulares para el Tribunal Constitucional Plurinacional. La justicia de Bolivia estará en sus manos y lo más probable es que sea un chasco nuevamente, ya que Bolivia es el único país del mundo que ha tenido la demagógica idea de elegir a los magistrados del sistema judicial. 

Poco importa si pudimos conocer las propuestas de los postulantes ya sus candidaturas fueron filtradas por una Asamblea Legislativa Plurinacional (APL) de mayoría masista, donde el proceso fue supervisado por algunos de los más obsecuentes mastines del partido de gobierno: Alberto González (Presidente del Senado), Gabriela Montaño (Presidenta de Diputados), y Susana Rivero (Presidenta de la Comisión de Constitución).

Los ciudadanos saben que el proceso de selección estuvo manchado por el color azul del partido que gobierna. Muchos de los que llegaron a la papeleta electoral habían ocupado puestos en el gobierno y en varios casos el MAS hizo abiertamente campaña para que los votantes los favorezcan con su voto, sin que los Tribunales Electorales Departamentales (TED), la primera instancia de oficio, actuara, como era su obligación.

A pesar del enorme costo para los contribuyentes y de la voluntad del Órgano Electoral Plurinacional (OEP) de llevar adelante un proceso transparente y ajustado a las normas, el periodo de cacería de votos estuvo maleado por innumerables violaciones del reglamento. Estas violaciones no fueron sancionadas por los Tribunales Departamentales (TED).

El Tribunal Supremo Electoral, que actuó con imparcialidad en el Referendo del 21F, como prueban los resultados de ese proceso, recibió un presente griego de la Asamblea Legislativa Plurinacional, un caramelo envenenado que hizo saltar todos los fusibles del TSE tratando de mitigar el daño a su propia imagen. En el nivel departamental varios TED mostraron incapacidad, lentitud y poca voluntad de garantizar un proceso electoral transparente.

En 2011 el gobierno metió la pata hasta la cintura manipulando las elecciones judiciales cuyo resultado fue desastroso no solamente porque los votos nulos superaron a los votos válidos, sino porque el sistema de justicia sufrió en los años siguientes un deterioro tan notable, que se hizo común la percepción de que la justicia nunca había sido tan ineficiente y corrupta en Bolivia como durante el régimen de Evo Morales. El propio vicepresidente García Linera dijo que “la justicia está podrida” y un estudio del World Justice Project (WJP), confirma que Bolivia es uno de los 10 países con peor sistema de justicia del mundo. O sea, estamos peor que con gobiernos anteriores.

La oportunidad de enmendar y corregir los errores en las nuevas elecciones judiciales fue saboteada por el propio presidente Evo Morales y sus principales colaboradores cuando en contra de las leyes y de la propia Constitución Política del Estado, así como ignorando los resultados del Referendo del 21 de febrero de 2016 y olvidado sus propias declaraciones de que se retiraría al Chapare en 2019, decidió que iba a presentarse nuevamente como candidato en las elecciones presidenciales. En otras palabras: se disparó de nuevo en el pie y pagó las consecuencias de ello porque no dejó a los ciudadanos ninguna otra opción que votar nulo.

El bochornoso circo montado durante los seis meses anteriores para forzar la re re re re elección contra toda lógica y contra toda ética, le ha dado un golpe mortal, nuevamente, a la elección de magistrados de justicia. La ambición de poder aleja cada vez más a los simpatizantes del régimen y aísla al autócrata sinvergüenza.

La arbitraria decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de convalidar el asalto a la Constitución Política del Estado fue el último cartucho quemado. Con mayor razón el voto nulo del domingo 3 de diciembre los hizo morder el polvo y despojó a Evo Morales de toda legitimidad para seguir gobernando.

Ya no importó quiénes eran los candidatos en las elecciones judiciales, ni los méritos que tuvieran, porque el voto fue un plebiscito sobre el presidente Evo Morales, y tanto los votos en blanco como los votos nulos son una clara señal de que la mayoría de los bolivianos, hartos de corrupción y de autoritarismo, le están diciendo: váyase de una vez el año 2020.

Y probablemente con los nuevos magistrados azules (del MAS) y celestes (masófilos) nuestro sistema de justicia seguirá siendo uno de los peores y más corruptos del mundo, hasta que deje de estar influenciado por la política.
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El político se convierte en estadista cuando
comienza a pensar en las próximas generaciones
y no en las próximas elecciones.

——Winston Churchill